domingo, 10 de abril de 2011

NO TE ANGUSTIES, TU HERMANO VOLVERÁ A VIVIR



Por varios motivos no pude publicar contenido en el blog durante esta semana; sin embargo hoy vuelvo a la carga. Los Evangelios narrados durante la cuaresma nos ponen frente a diferentes ambientes acompañados de una situación bien definida. Pasamos por el desierto, la montaña, el pozo de agua y la piscina de Siloé. El ambiente de hoy nos enfrenta a la muerte en su figura más temida: la tumba o sepultura.

Cuando un familiar o amigo nuestro muere, el primer sentimiento que aflora es el dolor. No es coincidencia que nos referimos a la muerte como la “pérdida de un ser querido” Lloramos. Sufrimos. Nos preguntamos porqué tuvo que pasar, porqué a nosotros. Este es el fin... La primera impresión ante la muerte es siempre oscura y tenebrosa. Seamos sinceros. Todos los seres humanos temen a la muerte y daríamos cualquier cosa para evitarla o desterrarla.

Tal como en el segundo domingo de cuaresma, Jesús vuelve a calmar nuestro miedo a la muerte. Esta vez nos muestra que la muerte no tiene la última palabra. Con la resurrección de Lázaro nos invita a confiar en Él que es capaz de destruir la muerte y dar vida eterna. Es muy importante este anticipo a su propia resurrección porque le queda muy poco tiempo antes de tener que enfrentarla en su propia carne.

En cuanto a nosotros, este domingo cumplimos cinco semanas de desierto. Ya falta poco para entrar a Jerusalén y vivir junto a Jesús la Pascua. Todas aquellas cosas que prometimos mejorar en la cuaresma son también el esfuerzo por desterrar las situaciones de muerte que nos impiden vivir como hijos de Dios. En resumen, Jesús nos pide salir de nuestras tumbas (egoísmo, ira, gula, venganza, etc)y gozar de la luz de su resurrección.

Para terminar, es normal llorar ante la muerte y las situaciones que nos entristecen. Pero la esperanza de la resurrección nos da fuerzas para vivir y la certeza de que algún día todo ese llanto será historia...

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